lunes, 3 de mayo de 2021

Fui a un mitin de VOX y aún no sé por qué he ido


 

Subo por la Cuesta de Moyano y no sé bien por qué la subo, a qué voy, pero la subo. Se oye a lo lejos una canción, “Lola”, de Café Quijano, y hasta hoy escuchar a Café Quijano provocaba que me fuera de los sitos, no que me acercara a ellos pero, aún así, yo subo. Veo ondear, allá arriba, cerca del paseo de Alfonso XII, una bandera española y también ondea una norteamericana, y cuánto ondear de banderas en esta tarde tan ventosa.

 

Conforme me acerco veo que ambas banderas están sujetas al mismo palo, porque astil es mucho sustantivo para ese palo, así que lo llamaremos palo. El palo lo pasea un hombre y a su lado veo a otro que lleva una sombrilla o un paraguas, quién sabe qué, pero sea lo que sea es también muy español o, según se gire, muy catalán o aragonés, porque es un paraguas rojigualdo.

 

Veo que al final de la Cuesta, ya cerca de la estatua de Pío Baroja, hay un escenario y al lado izquierdo un tenderete de color verde con el nombre de VOX. Bajo el tenderete jóvenes bien peinados, bien vestidos, todo bien, que venden llaveros, banderas, pulseras y pins. Hay quien les pregunta si regalan algo, y no se me ocurre preguntar más patrio.

 

Quedan veinte minutos para el mitin de Macarena Olona, portavoz de VOX en el Congreso, y varios policías nacionales miran a uno y otro lado, las manos metidas a la altura del pecho en los chalecos antibalas, lo que les da un aire un poco de pichi madrileño, de en fin, aquí que hemos venido y aquí que estamos.


Ahora suena Calamaro, “La parte de adelante”. Suben y bajan corredores y paseantes, que vienen y van del Retiro y una señora camina de un lado a otro con un cartel que sujeta a la altura del pecho, una cartulina A3 que combina dibujos y palabras, como un jeroglífico para simples, porque hasta yo, que no sé resolver jeroglíficos, lo entiendo. El cartel viene a decir: “Si votas Vox le damos la patada a la rata”. 

 

La rata, por el dibujo, es Pablo Iglesias, al que Macarena Olona, abogada de Estado en excedencia, Premio extraordinario de Derecho por la Universidad de Alicante, Orden al Mérito Civil de la Guardia Civil en la categoría de Cruz con Distintivo Blanco, portavoz de su grupo en el congreso, Premio “Hay Derecho” por su «aportación a la defensa del Estado de Derecho”, llamó el otro día, en Twitter, “Coleta rata”. Para que luego nos digan que la educación y los premios no sirven para algo.

 

Se me acerca un hombre, tal vez porque ha visto que no enarbolo banderas ni enarbolo nada, y me ofrece una bandera de España o unas pulseras, también de España, del manojo que lleva en la mano. Tiene acento de Europa del Este, lo que confirma lo de siempre, que los que más banderas patrias venden son extranjeros. Niego, no quiero banderas, no suelo comprar nada en la calle, ni banderas ni cervezas, ni siquiera drogas. Y el hombre se aleja.

–¡Banderas, pulseras! – grita.

Pero la tarde no pinta bien para él. ¿Para que comprarle una bandera, probablemente fabricada en China, a un señor algo triste y probablemente engendrado en el extranjero, pudiendo comprar banderas a los esplendorosos jóvenes muy españoles de VOX, aunque sus banderas sean también probablemente chinas?

 

Ahora suena “Sin documentos”, de los Rodríguez, donde también cantaba Calamaro. Es curioso que este señor tan argentino y tan ex–cocainómano se haya convertido en un referente musical de este partido, tan español y tan sano. No sé si en VOX trabajan la ironía y si habrá algo de ella en que pinchen “Sin documentos”, con lo que les gustan a ellos los D.N.I y la gente con papeles.

 

La señora del cartel se marca unos pasitos con esta rumba rock y una pareja de jóvenes muy estilosos la miran entre la condescendencia y la simpatía. Es una sonada, pero es nuestra sonada, parecen pensar. O no… ¿Qué coño sé yo lo que piensan estas gentes? 

 

Se ven dos tipos de estilismos por aquí. Una minoría de gente muy apañada, lo que viene a ser gente bien y hasta gente mejor, que tiene eso llamado clase, o sea, cutis más lustrosos que el tuyo, pieles más y mejor bronceadas, bolsos más loewe, trajes mejor cortados y cabellos en lugar de pelos, y mejor peinados. Pero estos son pocos.

Abunda más la gente vestida un poco de andar por casa o por la semana o la vida, gente como usted, como tú y como yo, con sus vaqueros, sus sudaderas, su abrigo del día a día y hasta se ve a alguno en chándal o con chaqueta de motero. Gente de la que no podrías saber a qué partido vota si no fuera por las pequeñas pistas que te dan las pulseritas de VOX, las banderitas, las gorras, el banderón, los vivaespañas... No parece este el público de un partido de las élites, pero sí un partido que, como todos, tiene su élite, y en este partido se distingue muy bien a la élite por el vestuario.

 

A mis espaldas hay una pareja con carrito en el que llevan un bebé de apenas meses. Pienso que tal vez sea su primer mitin, y me siento hermanado con el bebé, porque para mí también es el primero.

 

Cerca hay un hombre que se ha traído una bandera de España muy grande y un perro muy pequeño del que desconozco la nacionalidad y tiene un poco cara de infeliz, (el hombre, aunque también el perro, que en lugar de estar en el Retiro meando árboles está aquí, de mitin de VOX en la Cuesta de Moyano), como estoy yo, ay infelice, que he venido y aún no sé por qué lo he hecho.

 

Suena ahora “Libre”, de Nino Bravo, inspirada en un joven que murió desangrado cuando intentaba saltar el muro de Berlín, una canción que gustaba mucho en el Chile de Pinochet y poco en la Cuba de Castro. Tal vez esta gente no dé puntada sin hilo.

 

Va llegando gente, no es un llenazo, no seremos más de 200 o 300, pero a mí ya me parecen muchos, porque enfrente está el Retiro, y es primavera y ha salido el sol y hay todavía árboles en flor y es Madrid y podríamos estar tomando cañas en las terrazas, que es lo que hacemos en Madrid todo el tiempo. Pero no, aquí estamos, en la Cuesta de Moyano, y ellos aún tienen un porqué pero yo ni eso tengo, yo no sé a qué he venido.

 

La señora del cartel habla con una pareja, ambos bien vestidos, elegantes y la señora, que viste algo que podría llamarse chándal, parece lamentar su outfit.

–Mira cómo vengo yo y vosotros tan arreglados.

 

Veo, para mi sorpresa, un tipo con coleta, coleta breve de quiero pero ya no puedo, de pelo que ralea. Pensaba yo que la gente evitaría acudir con coleta a estos saraos, y me pregunto si ese hombre no dará un respingo cada vez que escuche nombrar “al de la coleta”, hasta que caiga en que no, que no va con él, que es por el otro.

 

Llegan unos jovencitos, apenas adolescentes, con la energía de la edad y el uniforme del colegio, que imagino privado. Uno tiene mucha pluma y más entusiasmo y tiene también todas las pulseras posibles en las muñecas: de Vox, de España, de Vox y de España, de España y de Vox y otra de algo que debe de ser muy español o igual es de su colegio. Lleva atada al cuello una bandera (española), como si fuera una capa de superhéroe, como si él fuera Superespaña, pero debe de llevar la mochila del cole a las espaldas y le hace chepa, y parece un héroe jorobado, lo que le quita prestancia. Veo dos Superespañas más, pero estos son dos hombres ya talluditos y sin mochilas del colegio. Hace un poco de fresco y pienso si no me vendría también a mí ponerme una España por capa. 

 

Suena “Resistiré” y yo, pese a que durante el confinamiento llegué a odiar esa canción, pese a que no sé bien qué hago aquí, resisto. La señora del cartel baila entusiasmada con su cartulina, la acerca y la aleja de su pecho en una coreografía que parece improvisada.

 

El “Resistiré” no resiste toda su duración, porque pronto lo despachan para poner un tema tan instrumental como épico, un tema tipo “Atención que llega el héroe”, así que supongo que Macarena Olona está al caer. Shazaneo el tema y mi móvil me dice que se titula “Daydream”, de Marc Teichert , y sí, algo de sueño en pleno día tiene todo esto y pienso que si hace cuatro años me hubieran dicho: “Un día shazanearás Daydream en mitin de VOX” no hubiera comprendido nada y la verdad, tampoco sé si comprendo algo ahora.

 

Dicen por megafonía que cuando llegue Macarena dejemos un pasillo para el tiro de cámara y también dicen que viva España y la gente grita que sí, que viva, y pienso que esta gente da vivas a España como otros dan los buenos días. Se monta un poco de revuelo al lado izquierdo del escenario. Parece que ha llegado Macarena y se dirige al tenderete, no sé si a comprarse algo, a ver qué tal andamos de ventas o a saludar a los voluntarios, aunque sospecho que esta mujer tan premiada será capaz de las tres cosas. Al poco se forma una especie de procesión que avanza desde allí hacia el escenario, Macarena al frente, chaqueta de piel negra estilo Ramones y detrás y a sus costados unos cuantos señores bien trajeados, estilo señores bien trajeados.

 

Al poco una voz de mujer da las buenas tardes a los compatriotas y nos dice que primero hablará un señor diputado que, al parecer, es un crack en varios temas y que viva España. Y la gente que sí, que viva, y sube a hablar el señor crack en varios temas. Pronto queda claro que el crack será muy crack pero el don de la palabra no le ha sido dado o está nervioso y no se ha tomado su Sumial, su Lexatin o su valeriana, que es lo que anda tomándose últimamente media España. Nos trae una noticia recortada de un periódico, apenas un papelito, pero al momento se da cuenta de que es absurdo mostrárnosla y dice que no se va a ver, así que nos lee el titular. La noticia ya ni es noticia, porque tiene semanas y habla de Castilla la Mancha. No es que esto sea comenzar un mitin por todo lo alto y la gente aplaude con cierta desgana. El crack, de nombre José Luis, ataca después a “la grasa del Estado” y nos dice que en Madrid debemos 5.000 euros por persona, y yo, que había subido la Cuesta de Moyano con mis cuentas muy saneadas, lo escucho preocupado.

 

Junto a mí los niños del colegio, que no le hacen mucho caso a José Luis, hablan en voz baja. El que lleva todas las pulseras del mundo dice que el domingo irá al mitin de Colón con el uniforme para representar al colegio y con la capa para representar a España. Este niño no es un niño, es un símbolo, es un concepto o es varios.

 

El concejal se ha preparado una frasecita resultona para terminar: “No es que Vox esté solo, es que sólo queda Vox” y le queda bien la frase y mejor le queda que termine, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno, y lo malo, aún mejor. Aquí la gente ha venido a escuchar a Macarena, no a José Luis, por muy crack que este hombre sea. Y Macarena ocupa su sitio y la gente aplaude. El look ramoniano le queda bien al personaje algo bronco que Macarena se ha creado, o igual no es un personaje y es así, qué sé yo al fin y al cabo. Macarena saluda y tiene la voz algo cascada, supongo que de andar cascándole por todo Madrid al social comunismo estos últimos días o estos últimos años. 

 

Macarena dice, nada más subir, que nos va a echar mucho de menos, y por un momento me temo que se va a ir ya, con lo que a mí me ha costado subir la Cuesta de Moyano, pero no, ahí sigue, y sigue hablando. Añade tristona que cuando pase el cuatro de mayo volverá a estar sola en la soledad de su despacho. La gente grita a coro “Macarena no estás sola” y un señor, con vocación poética, aprovecha para gritar “Macarena molona” y a los asistentes les hace gracia y aplauden y yo pienso que las masas y la buena poesía popular van, desde el romancero, por caminos separados.

 

Macarena nos tiene que decir algo, algo que, según ella, es una obviedad: “No soy ninguna fascista”. Lo dice como con pena, y también dice, como con pena, que “es hija, que es madre, que es hermana” y entonces se viene arriba, y cambia de tono y grita, grita que es “una española que no se arrodilla” y creo que cualquier profesor de interpretación le diría que las transiciones entre la ternura y la ira hay que currárselas un algo.

 

Una de las palabras más escuchadas esta tarde será “facha”, pero no porque se haya acercado algún separatista comunista a insultar a Macarena. Es ella quien la pronuncia una y otra vez. Nos cuenta que la han llamado muchas veces facha, “ese el fuego en el que yo me he forjado”. “Me llamaban facha en el País Vasco”, “me llamaban facha por no arrinconar a las víctimas” y así sigue un rato, porque por lo visto la han llamado facha por tantas cosas y tan variadas y por un momento me parece escuchar aquella canción de Perales, Y los muchachos del barrio le llamaban loca, y unos hombres vestidos de blanco le dijeron: "ven". Y ella gritó: "no señor, ya lo ven, yo no estoy loca, estuve loca ayer, pero fue por amor".

Perdón por la digresión, pero yo igual si estoy loco, porque he subido hasta aquí, llevo casi una hora y aún no sé a qué he venido.

 

Macarena repite mucho lo de facha y también “ley y orden”, pero no se refiere a la serie. Cada vez que pronuncia la palabra “gobierno” irá acompañada de “social comunista”, lo que resulta un poco cansino, porque en un mitin político, al fin y al cabo, gobierno se dice mucho. La izquierda será siempre “totalitaria” y cuando diga virus, añadirá siempre, pero siempre siempre, “chino”.

 

Hablará también de “los 52 de Vox”, que así dicho suena como a los 300 de las Termopilas, pero con corbatas, nóminas y actas de diputados. Dirá además que el gobierno (of course social comunista) está aprovechando la pandemia del virus (por supuesto chino) para imponer un régimen totalitario (claro está, chavista–bolivariano). Y al escucharla me siento en un momento muy “Daydream”, noto que tengo los niveles de daydreamismo altísimos, porque he subido la cuesta de Moyano creyendo que vivía en una democracia y que tenía mis finanzas saneadas y voy a bajarla debiendo 5.000 euros a no sé quién y viviendo en un régimen totalitario social comunista marxista terrorista coleta rata.

 

Nos dice también Macarena que han registrado 81.000 medidas de control al gobierno, (sí, 81.000), lo que sale a una media altísima de medidas de control por día que por supuesto no estoy dispuesto a calcular, así que me limitaré a compadecer a los secretarios que trabajen para estas gentes, porque se pasarán la vida registrando medidas de control, como si no hubiera un mañana. Y eso vida no es, no es vida.

 

Mientras Macarena habla una chica algo alternativa se aproxima a la farola que tengo al lado y pega una pegatina, que es lo que suele hacerse con las pegatinas. Un hombre se acerca receloso a examinar qué pegatina es esa. Yo también. En la pegatina se lee: “Protege Madrid. VOX”. Al hombre le parece bien y se retira y a mí, que siempre estoy a favor de proteger, me parece excelente, así que regreso a mi hueco junto a los niños, que ahora aplauden frenéticos y dan gritos de “¡Viva España” mientras se graban y ríen felices y se crecen y gritan también “¡Comunistas a la cárcel”, que, si se piensa bien, es un grito muy raro cuando no se debe de tener ni quince años. Pasan junto a nosotros varios tipos con el brazo estirado, los móviles en alto y no sé si hacen streaming del acto o andan buscando señal GPS para orientarse porque, como yo, andan perdidos.

 

El padre del bebé, que recordemos, no cumple aún el año, le pide al bebé que también aplauda, pero el bebé se limita a sonreírse y de aplaudir, nada de nada, y entonces aún siento a esa criatura más cercana y pienso que cada vez se le exige más a la infancia.

 

Macarena va contando sus guerras y sus batallas, que son muchas y muy varias. Nos cuenta barrabasadas del gobierno bolivarioano comunista, entre ellas el sueldo de 140.000 euros que le han puesto a un vocal del Estado en Caixa Bank. En VOX no gustan estas mamandurrias, sobre todo a su fundador, Santiago Abascal, que nunca aceptaría un trabajo así, un trabajo de hacer poco y cobrar mucho, tipo… no sé, por decir algo, director de la “Agencia de Protección de Datos” de la Comunidad de Madrid por 80.000 euros al año. Después Macarena nombra a Adriana Lastra y uno de los niños, que no debe de cursar más allá de cuarto de ESO, grita: “¡No tiene estudios!”. Y Macarena nos cuenta que en VOX tienen un plan A, un B, un C y un Z, y parece que con eso es suficiente y pueden prescindir del resto del abecedario.

 

El niño de todas las pulseras regresa tras una breve ausencia cargado de pins, y se pone uno en el pecho, como quien se otorga una medalla, regala otro y se guarda el resto. Sospecho que hoy debe de ser el mejor cliente del tenderete.

 

Macarena está ya muy ronca y dice que va a beber agua. Aplausos a la ingesta de agua. Es un público muy agradecido, no se puede decir otra cosa.

 

Y así sigue Macarena durante un rato hasta que al final, al igual que José Luis, (el Crack), se pone tierna para la despedida, se le endulza la voz (sí, es posible) y se prepara para lanzar la frase resultona. Les dice a los jóvenes que no es que “tenga dudas de si tendrán un futuro en España, sino si en el futuro tendrán una España”.

 

Y antes de irse Macarena nos pide unos vivas. Vivas a la Policía Nacional, a la Local, a la Guardia Civil, a las Fuerzas Armadas y of course, indeed, a España. Esperaba yo unos vivas al Rey, pero hoy y aquí, en la Cuesta de Moyano, de vivas monárquicos, nada de nada. Y me pregunto si será un olvido o una actitud.

 

Pero no se va aún. Esta mujer no para de pedir y nos pide ahora un respetuoso silencio y solemnidad para escuchar el himno (de España). Observo a mi alrededor para ver cómo es eso de ponerse solemne. Y suena el himno y el del perro levanta la bandera y el de la bandera de Estados Unidos levanta la bandera, pero las levantan poco tiempo porque, por mucha solemnidad y respeto que nos han pedido, no ponen la versión long–extended, ni siquiera la cuarto y mitad, es nada, un minutito de himno y a otra cosa, que llega el momento del foto–call con Macarena y hay demanda, y los señores bien han de ordenar la cola porque la masa se amontona, que es lo que suelen hacer las masas.

 

Y yo, que ya bajo la Cuesta de Moyano, aún no sé por qué la he subido y pienso en una frase de Pío Baroja, cuya estatua queda allí arriba: “Dejemos las conclusiones para los idiotas”. ¡Vivaespaña!

 

Félix J.Velando 

Libros del autor


 

domingo, 10 de enero de 2021

Yo no debería volver a la nieve

    Yo no debería volver a los días de nieve, como dicen que no hay que volver donde has sido feliz. No, tal vez no debería regresar a esas mañanas que amanecían blancas y libres en el pueblo, esas mañanas en las que se decidía, no se sabía bien quién ni cómo, que no habría escuela. Y no porque no pudiéramos llegar hasta el colegio, que estaba a sólo unos metros, sino porque los adultos comprendían que ese día era para el juego, para los trineos improvisados con sacos de plástico, para emboscarnos a bolazos, para levantar muñecos fugaces que siempre parecían asustados, como si ya supieran que al día siguiente serían un charco de barro, cuatro piedras y un palo, para hacer fogatas en las cuevas y secarnos y regresar a nuestra guerra tan blanca, para caminar sobre el hielo de las balsas con miedo y emoción por si se quebraba.

    No, yo no debería volver a los días de nieve, pero he vuelto, con muy poca sorpresa  y con muchos más años. No hubo sorpresa porque ahora el móvil te avisa de cuándo y cuánto nevará y leo que será el miércoles por la noche a partir de las doce y a las doce y diez me asomo a la ventana y una pelusilla blanca comienza a cubrir el asfalto. La nieve, puntual, ha llegado. 

    Se acabó la expectación de la infancia, cuando la noche anterior escuchábamos “el parte del tiempo” que daba un señor que era todo gafas mientras señalaba en un mapa isobaras, borrascas y sistemas penibéticos, un señor que, pese a la tele ya en color, siempre recordaré en blanco y negro.  Se llamaba Mariano Medina y tan sólo prometía frentes fríos y posibilidades y entonces nosotros preguntábamos y los padres nos decían que calláramos porque el parte del tiempo era una liturgia que en los pueblos se respetaba.  Y tras el parte nos íbamos a la cama con el deseo de nieve en las entrañas, con la esperanza de una gran nevada, pero entonces nada era seguro y menos algo tan frágil como la nieve y nos acostábamos en camas calentadas por secadores de pelo o bolsas de agua sin saber que éramos pobres energéticos y al poco nos levantábamos y subíamos un poco la persiana y desesperábamos porque no caía nada y al final conseguíamos dormirnos nosotros y también dormir nuestras ansias.

    Yo no debería volver a la nieve, pero he vuelto, y he subido hasta el cerro desde el que años antes me tiraba cuesta abajo sobre un saco vacío de fertilizante. Ahora hay niños con trineos de verdad en medio de un pueblo de Albacete y bajan esos niños por las mismas cuestas y sus gritos son los mismos que yo gritaba.  Ahora yo piso esa nieve con mis botas de Gorotex que no se empapan y el pisarla es como pisar una alfombra mullida y blanca. He llegado al cerro con la cámara y hago fotos y al mirarlas recuerdo que la nieve engaña a las cámaras, subexpone las fotografías y no siempre sale tan blanca como los ojos nos dicen que es. 

    Y allí en el cerro pienso que a veces la memoria también nos engaña y nos hace recordarnos más felices de lo que fuimos y que eso es la nostalgia, una farsa y un consuelo, y que tal vez yo, como Pessoa, tengo nostalgia de lo no vivido. Después decido regresar y al poco descubro que me he perdido y termino por aparecer al otro lado del pueblo. Y si hago esto en un pequeño pueblo encaramado a un único cerro, ¿qué no haría yo en un sistema penibético? Y pienso, una vez más, que no, que yo no debería volver a la nieve, a no ser que lo haga pertrechado con víveres para tres días, gps y, porque suena bien, un astrolabio.

martes, 8 de septiembre de 2020

Miguel Bosé, el 5G y un abuelo de mi pueblo

 

    Ya de niño comencé a pensar que los años no hacen al hombre más sabio, sino más viejo, y normalmente más gordo y con menos pelo. Desarrollé aquella teoría tan pronto porque a veces, mientras jugábamos por el barrio, escuchaba la tertulia callejera de unos ancianos. En ella destacaba un abuelo que llevaba boina y garrota y fumaba Ideales, que encendía con un mechero de yesca. Aquel anciano, antes del resurgimiento de los terraplanistas, era ya algo parecido, un “terrainmovilista”. Era terrainmovilista porque, según él, cuando iba a su viña siempre la encontraba en el mismo sitio, por lo que la Tierra no se movía. Que hubiera días y noches no debía darle muchas pistas o tal vez la pista de que allí los únicos que se movían eran el sol, la luna, las estrellas, las galaxias… Pero nunca sus cepas. Viñacentrismo puro. Tampoco creía que el hombre hubiera llegado a la luna, lo que en parte era comprensible, porque siendo él de Albacete no había llegado ni a Alicante.

    Comencé por entonces a creer que la edad no va asociada a la sabiduría y sigo pensando así, sobre todo porque llevo tiempo conviviendo conmigo mismo y lo puedo comprobar cada día. 

    Últimamente mi teoría se ha visto reforzada con los comentarios de varios personajes populares, ya talluditos, acerca del COVID, las mascarillas y el 5G. Miguel Bosé Papito debe andar por los sesenta y tantos, Enrique Bumbury está entre dos tierras y los cincuenta y algo y Ouka Lele, que propone curar el COVID con amor y  abrazos, como Jesucristo curaba a los leprosos, rondará los sesenta años y el ingreso en una institución psiquiatrica.

    Hay a quien le ha chocado que estos comentarios vengan de gente con cierta fama, pero es porque olvidan que la fama no hace a nadie más sabio. Sólo más famoso, a veces más lerdo y normalmente con gafas de sol y sombreros más grandes de lo necesario.

    Pero, pese a ser consciente de que ni fama ni edad ayudan a la salud mental, me descorazona ver que humanos ya crecidos clamen contra sesudos planes como el de esos chips que nos van a implantar mediante las vacunas para controlarnos. O que defiendan que las mascarillas causan falta de riego en el cerebro. Creo que la falta de riego en sus cerebros era previa al uso de la mascarilla. Pero a mí también me parece mal lo de controlarnos por 5G, pero en mi caso porque será un control discriminatorio. Estoy seguro que esa tecnología tardará años en llegar a mi pueblo, como tardó la fibra óptica, y nos pasaremos algún lustro descontrolados del todo.

    Como se ve a los  antivacunas y negacionistas no les falta creatividad en sus teorías, pero sí en sus cánticos. Contrasta que sean capaces de crear algo tan inventivo como la “plandemia 5G-vacunas” pero sus lemas sean “Illa, Illa, fuera la mascarilla”, “El amor es la mejor mascarilla” o ““Fuera bozales, no somos animales”. Todo da un poco de vergüencita ajena, lo que sucede casi siempre que varios humanos se reúnen para gritar algo. Vergüenza ajena o Fremdscham, palabro que crearon los alemanes por pura necesidad cuando se extendió en su país el uso del peinado "mullet". 

    Normalmente aquellos que más temen que les inserten un chip (un “chis” en la provincia de Murcia) son quienes más necesitan que les inserten algo. Pero no creo que un simple chip sirva. Algunos, como el rector de la Universidad Católica de Murcia, precisarían la inserción un buen procesador de abundantísimos núcleos. A ese hombre yo no le pondría nada por debajo de un Intel Core I9, aunque si hubiera algún procesador cuántico en el mercado mejor que mejor.

    Miguel Bosé también necesitaría un buen “chis”, o tal vez un amigo que le diga algo. Aún así, no comprendo el enfado y la sorpresa ante lo de Bosé, porque el hombre nos venía diciendo cosas muy raras desde hace años. Por ejemplo cuando cantó “Como una intrépida libélula /ante el espejo toda incrédula/ pone un reparo a su extrafécula: /¿yo me la como o no?”.

    Visto su estado actual está claro que se comió algo más que la libélula, aunque no sabemos qué. Hay que decir que el propio Miguel ya vio venir lo suyo cuando cantaba: “Miénteme y di que no estoy loco/ Miénteme y di que solo un poco /Quien teme, quien teme di, si yo me pierdo”.

    Yo no temo mucho que se pierda Miguel, pero tal vez sus millones de seguidores sí, y también los fabricantes de sombras para los ojos, se llame como se llame el producto que pinta sombras en los ojos. En fin, no pongamos el grito en el cielo, que es ponerlo muy alto. No deberíamos estar tan sorprendidos cuando Miguel se pasó años cantando  “Te diré/ Que miento cada vez que quiero hablar/ Que no hay nada en el mundo que me dé/ Más vértigo que tú/ Más miedo que pensar”.

    Ahora, tras lo que le ha pasado por sus últimos "pensamientos" sobre el chis, Guaidó y el 5G, se comprenden mejor sus palabras. Como diría un conspiparanoico,“todo encaja”, y si se examinan las letras de las canciones de Miguel se encuentra una predicción de su propio futuro, algo así como si él fuera un Nostradamus de sí mismo, pero en zapatillas de estar por casa. (Bueno, esto no es así, pero al escribir artículos sobre conspiraciones terminas por crear las tuyas).

    Aún así, sabiendo como sé que ni fama ni edad hacen mejor al ser humano, me pregunto: ¿por qué gente con el bachillerato terminado cree en teorías locas como las del chip 5G en las vacunas?  ¿Por qué ven tras el virus la mano negra de la CIA, Soros, Bill Gates, Pedro Sánchez, combo tremendo del mal? ¿Por qué la mano negra es negra? ¿Por qué hay antimascarillas que se llaman a sí mismos “la resistencia”?  Hace setenta años la resistencia la formaban grupos de antifascistas franceses que se jugaban la vida frente a los nazis. Ahora esta nueva autoproclamada resistencia es una mezcla extraña que une a antivacunas, bebedores de lejía, Oukas Leles y Bumburys de la vida, ultraizquierda y ultraderecha. Y en su batalla se arriesgan, como mucho, a una multa de un municipal o a que les cierren el Twitter, grandes dramas de la vida moderna.

    Pues bien, me pregunto el porqué de estas teorías y hasta me respondo, porque  me suelo hacer mucho caso. La humanidad ha inventado el retrete japonés con chorros de agua caliente, ha creado el polo Drácula y la estación espacial, el robot Roomba, el pelador de patatas y las autovías. Ha creado un mundo casi siempre ordenado, en el que los trenes  son más o menos puntuales, suele haber cobertura y te puedes cocinar cualquier cosa en cinco minutos de microondas.

    Y en un mundo así nos cuesta creer que algo tan aleatorio como el encuentro desafortunado de un pangolín, un murciélago y un chino pueda causar tanto mal. Todos queremos vivir en un mundo estable, sin grandes sorpresas, sin caos, en el que el azar no tenga mucho peso. Y por ello hay quien ha elegido creer que tras lo que ahora vivimos no está la mala suerte, lo aleatorio, sino fuerzas oscuras de una gran eficacia. Queremos razones que expliquen la pandemia y si no las encontramos las inventamos, como siempre hemos inventado dioses, leyendas y culpables.

    Y lo mismo le pasaba al anciano viñacentrista de mi barrio. Quería un mundo tranquilo, en el que sus cepas estuvieran siempre en el mismo sitio, un mundo que él pudiera comprender, que no le asustara. Y decidió ignorar. Porque la ignorancia no es sino una coraza ante el miedo. El problema es que este virus es inmune a esa coraza.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

Me han escrito unos señoros

 


 
Me han escrito unos señoros. Yo no los conocía pero ellos a mí sí, o me quieren desde el desconocimiento, porque me llaman “querido” nada más comenzar su carta.

Es cierto que es más fácil quererme sin conocerme y que de conocerme igual ya no me querían. Aparte de querido me llaman compatriota. Querido compatriota. Me habían llamado antes cosas, pero querido compatriota, así, junto, nunca. Ni siquiera querido camarada. Ya nadie escribe “querido”, ni mis tíos en sus cartas, porque ya no hay cartas y apenas tíos.

Los señoros que me han escrito juegan fuerte. Ya en la primera línea me dicen que “si lees esta carta es porque amas a tu Nación”. Dudo si continuar porque si ya con la primera línea amo a mi nación no sé qué puedo terminar amando cuando llegue a la última frase.

La carta me hace ver que yo últimamente no estaba muy bien informado. Gracias a ella descubro que “España atraviesa uno de los momentos más críticos de su historia”, cuando yo siempre creí que España sólo sabía vivir en un eterno momento crítico. Por lo visto “el separatismo y la izquierda marxista quiere acabar con la unidad de nuestro país”. Los señoros de la carta escriben “país” con minúscula, pero “Nación” con mayúscula. Sorprendentemente “Estado” con mayúscula y “Autonomía” también. No termino de captar el manejo de las mayúsculas en esta gente, pero hay muchas cosas en ellos que no comprendo.

Me cuentan en la carta que hay un golpe de estado en marcha, pero un golpe de estado como muy español, porque acabo de ver que la carta me la enviaron para la elecciones de abril y la abro ahora, creyendo que ya había llegado la propaganda electoral para noviembre. Es pues un golpe de estado pachorro, muy español, un golpe de estado working progress.

Pero no es esa la única amenaza que nos acecha. Por lo visto “las élites globalistas”, entre gin tonic y tostada de aguacate, alientan cosas. Cosas globalistas. “Alientan la inmigración ilegal”. Por si fuera poco parece ser que mientras tanto el “feminismo supremacista” va por ahí, desatado, “atentando contra la igualdad”. Unos alientan, otros atentan, los enemigos de España están muy ocupados. Y aún hay más: también se está atacando al mundo rural. No dicen quién, supongo que una unión letal de elites globalistas, feministas supremacistas y marxistas, que cuando no alientan cosas se dedican al exterminio del campo. Y yo, que soy de pueblo, aún no me había percatado de esta destrucción, pero igual es que cuando voy por allí salgo poco y cuando salgo las cervezas son muy baratas.

Llego a la mitad de la carta y me dicen: “si sigues leyendo esta carta es porque crees en la España Viva”. Por ahora he aceptado amar a mi patria, pero me detengo, si continúo habré de creer en esa España viva que no sé en qué consiste, y eso ya me pasó con el Espíritu Santo y acabó mal. Pero me arriesgo y sigo y salto a otro párrafo,  amando a mi Nación y creyendo en la España Viva. Me gustan las cosas vivas, menos los chipirones, que los prefiero plancha y las Españas siempre vivas, por favor. Y entonces, en una línea contundente, me explican cuál es la España viva: la que madruga. Acabáramos. Hago una bola con la carta y la tiro a la papelera. Prefiero de lejos la elite globalista marxista feminista radical antirural, que de seguro se despierta cuando le viene en gana, antes que a un mamandurrio a caballo o a una monacal estreñida que pretenden que madrugue.

jueves, 9 de abril de 2015

Nosotros que ya no somos de los nuestros


Monago se ha encargado un rap en el que se habla bien de Monago. Nada que extrañe en un partido en el que se reúnen los 400 miembros de la junta directiva con el principal fin de  aplaudirse a sí mismos. El autobombo se da cuando no hay bombo exterior, y ya pocos jalean a los 400 de Génova.  Mayo se acerca con sus Termópilas, y su Leónidas particular ha dicho que lo que hay que hacer es no hacer nada y que “no hay que enredarse en cuestiones irrelevantes que le interesan a 25”. Si son 400 contra 25 las cuentas le salen al registrador y si no se las apaña Montoro, el mismo genio de las matemáticas que dice que en España los sueldos han subido.

Rajoy  o su plasma, ya no se sabe, también dijeron el otro día que “este partido nos ha dado mucho”. “A mí  me ha dado muchísimo”, concretó. Lástima que no estuviera Bárcenas para especificar ahí mismo en cuánto está “muchísimo”. El partido le ha dado mucho a Rajoy, pero todavía no un rap como a Monago, y eso que nuestro presidente tiene frases de sobra en su historial para componer un tema mejor que el del extremeño.

Comenzaríamos con lo de que “Después del año 14 viene el año 15, y la gente vive de lo que vive, y el deporte une y no divide. Y si no tomo alguna decisión, oiga, ya estoy tomando una decisión”.  La segunda estrofa ya tal pero podríamos seguir.

En el rap de Monago se dice que es un presidente "valiente, capaz y fuerte". Ya todos vimos cómo manejó el asunto de los billetes de avión a Canarias: con valentía, capacidad y fuerza. Se dicen muchas cosas en el rap del extremeño, pero no que Monago es del P.P. De hecho en todo el vídeo sólo puede verse durante unas décimas de segundo algo chiquito en una esquina que podría ser el logo del partido o igual es que yo ya debería limpiar la pantalla del portátil.

No está de moda lo de los logos del partido. Susana Díaz ni sacó en sus carteles el logo del P.S.A. Tan sólo se leía: “Yo con Susana” . Y aparecía una foto de Susana, lo que podría significar que Susana está consigo misma y con nadie más. Parece que a estos señores sus partidos les sobran y son un lío. Esto dice el rap de Monago: Algunos de los que eran verdes ahora son rojos/ los rojos son azules y a este gobierno el color le importa poco.” No quiero pensar cómo sería una partida de parchís con esta gente.

También dice el rap de Monago que lo que importan son las ideas, no las ideologías, porque por lo visto en Extremadura las ideologías no están formadas por ideas. Viene a ser lo mismo que decir que te gustan las casas pero que no soportas los ladrillos.


Tal vez cualquier día Monago o Susana Díaz repetirán aquello que dijo un día el cantautor Raimon: “yo ya no sé si soy de los míos”. Lo malo es que los suyos tampoco saben ya de quién son. Y los que quieren seguir siendo se temen que llegará mayo y ya nunca más serán.